EL MOVIMIENTO DADA

 

         “Dadá no quiere decir nada”. Esta fórmula de Tzara, extraída de uno de sus Manifiestos, corta con toda tentativa de interpretación ideológica de un movimiento que se quiere, desde el principio, indefinible.

 

         El movimiento Dadá nace durante la primera Guerra Mundial, e irrumpe en la escena intelectual de varios países de forma simultánea y se manifiesta, precisamente, con mayor exaltación en los dos antagonistas del conflicto: Alemania y Francia. Vencedores y vencidos rechazan con igual horror una sociedad que hizo posible la irracionalidad y el desprecio por la vida humana. El derrumbamiento de los valores occidentales, agonizantes entre las montañas de muertos, produce una desmoralización a la misma escala, y el derrotismo se convertirá en el motor esencial de la rebelión Dadá.

 

         A principios de 1.916,  en un café cantante de Zurich donde se recitaban poemas. El joven poeta alemán, Hugo Ball, que además era director de teatro, y su mujer Emmy  Jennin´s, bailarina y música, entre una abigarrada cohorte de emigrantes, llegados allí para escapar de la guerra, concibieron el proyecto de formar EL CAFÉ LITERARIO CABARET VOLTAIRE, con objeto de fomentar las futuras revoluciones.

 

         El nombre de Voltaire, adoptado como estandarte, simbolizaba la libertad espiritual y la reivindicación de la justicia contra los poderosos. A su alrededor se congregaron todos cuantos, en Zurich,  habían destacado como poetas, artistas y músicos. Tristan Tzara, Jean Arp, Marcel Janko, Augusto Giacometti, y tantos otros, fueron los primeros hombres deseosos de querer afirmar su independencia.

 

         Siendo Alemania, después de Grecia, la patria de la filosofía, era natural que Berlín se sumara, más tarde o más temprano, al movimiento dadaísta. A la cabeza el poeta Raúl Hausmann, autor en 1.918 de “El manifiesto de la ley de los sonidos”, y que se trata del primer intento de escritura automática.

 

         Realmente, Dadá fue una corriente de maneras estrepitosas, destructivas, brutales, pero al mismo tiempo etéreo y sutil: un elefante en una tienda de porcelanas, pero un elefante capaz de volar. Dadá fue violento e hilarante, pero no es raro descubrir en él una nota tierna,, más bien melancólica. Dadá es un peligro que se convierte en furor, en tornado. Dadá rompe el cristal del lenguaje y recoge sus fragmentos esparcidos para llegar a una nueva transparencia. Dadá convierte en cenizas los tesoros de los museos y elabora sus propias obras maestras con briznas de paja, cordeles de pastelero, botones de pantalón y alfileres de costurera. El viento Dadá barre de la tierra a sus ídolos culturales y del cielo a sus ilusiones.                            

 

Extractado “Dadá o la función de repulsa”, Patrick Walldberg, Historia del Arte Salvat. 1.970 Salvat Ediciones S.A., Barcelona

 

 

 

 

 

 

 


Palacio de cristal. Concha Mayordomo

 

 

 

 

 

 

 

 

        

 

 

 

        

 

                        Paisaje en línea 1.Autor.  Concha Mayordomo                                              Paisaje en línea 2. Autor . Concha Mayordomo


 

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